En las costas de Montevideo, encontrándonos en la Playa Malvín, se puede observar la Isla de las Gaviotas, a una distancia de aproximadamente 400 metros. Es el hábitat donde anidan las gaviotas entre los meses de junio y noviembre, y de una variedad de especies de aves de paso, siendo un área protegida y declarada Reserva Ecológica de la Flora y Fauna.
Se ha formado un microsistema especial, y junto con la Isla de Lobos y la Isla de Flores, constituye un preciado reservorio. Se comprobó que vienen gaviotas desde la Antártida poner sus huevos, realizando un viaje de grandes distancias para poder anidar.
Está prohibida la entrada a la misma, con la finalidad de preservar el lugar. Algunos no se dan cuenta de lo importante que es mantener la cadena ecológica, esquivan los controles y llegan hasta la isla en esas fechas. A su paso, dejan desperdicios, roban huevos, ahuyentan a las aves y a los pichones asustadizos, interrumpiendo de esa forma el ciclo de anidación.
Un hecho muy peculiar y que muchos recordaran, es que en la década de los 70 se construyeron dos torres de concreto, una en la playa y otra en la isla para que la gente pudiese hacer un paseo en aerosilla. Por suerte nunca se pudo concretar, porque las torres no estaban alineadas y el paseo hubiese terminado en tragedia. Las torres estuvieron formando parte del paisaje por muchos años, hasta que las demolieron.
En la isla aún se pueden ver los cimientos de las torres. En el lugar de estas construcciones, existía una gran piedra con forma de banco, dónde Carlos Gardel se sacó una foto. La roca era conocida como el Banco de Gardel. La piedra fue demolida mediante explosiones que hicieron vibrar los ventanales de los edificios, espantando a las aves. Si este plan hubiese tenido éxito, ahora tendríamos una isla sin aves, con algunas tiendas de suvenires, un parador, y quién sabe qué más.
Trabajo voluntario en la Isla de las Gaviotas
Hay que destacar que gracias al apoyo incondicional del marino Medina Soca y el trabajo de varios voluntarios, se logró mantener limpio el islote. Se sacaron todos los desperdicios, que las aves con frecuencia ingerían y se intoxicaban. Las ratas fueron exterminadas y se tapearon cientos de sus cuevas. Las ratas comían huevos y pichones, impidiendo el crecimiento en número de las gaviotas.
La base de la torre que quedó en la isla fue un enorme trabajo para los voluntarios. Varias veces lo cubrieron con abundante tierra para que crecieran plantas, pero los temporales lo volvían a dejar al descubierto. Las tempestades también traen grandes desperdicios a la isla. Por medio de estudios se comprobó que venían de varias partes, provenientes de otros países muy alejados.
Medina dedicó sus últimos días en prestar sus servicios a la Isla de las Gaviotas, armando informes para presentar ante las autoridades, y difundiendo los trabajos que se realizaban. Con sus observaciones de años, pudo constatar que las gaviotas, al no tener pequeños peces, moluscos y cangrejos para alimentarse debido a la contaminación, en la mañana se dirigían al basurero municipal en Felipe Cardozo. Esta nueva táctica para alimentarse disminuyó sensiblemente el número de gaviotas. En sus estómagos se encontraron bolsas de nylon y tenían el hígado quemado por veneno y tóxicos.
Siempre hay voluntarios para mantener la limpieza y curar especies que lo necesitan, y como la isla se puede visualizar desde la costa, los vecinos apoyan su preservación efectuando denuncias cuando se ve la presencia del hombre en época de anidación. Pero todo esto no parece ser suficiente. Luego del fallecimiento de Medina Soca en el año 2002, los cuidados intensos no fueron los mismos. Una ONG ambientalista prestó mucho apoyo al marino, pero en la actualidad no cuenta con los medios necesarios.